El domingo temprano (son dos palabras que cuando las junto suelen darme escalofríos, pero esta vez decidí juntarlas de buena gana) David y yo nos fuimos a un pequeño pueblo a 85km de Osorno, al este del lago Llanquíhue, llamado Las Cascadas, uno de esos sitios que no vienen en los mapas ni en las guías y que todo el mundo debería ver (y donde algún botánico que yo me sé hubiese disfrutao como un cochino-jabalí). El pueblo está situado en una de las laderas del Volcán Osorno. El nombre me resultó curioso y que descubrí por casualidad cuando buscaba información para ir a Petrohué, y le pregunté a Miguel, un amigo de mi casera, y que es un loco de la montaña. Me dijo que desde Osorno salía un autobús directo allí y que era un sitio muy recomendable.
Así que allí nos fuimos los dos (ibamos a ser 3 pero hubo a una que se le pegaron las sábanas), con el susto del terremoto todavía en cuerpo ha pasar el día de ruta. Cuando ibamos en el autobús veíamos como nos acercabamos al volcán, además el cielo despejado nos permitía ver perfectamente los 3 volcanes que ya os comenté cuando estuve en Puerto Varas. Llegamos al pueblo, y cuando comenzabamos la subida una nube cubrió la cima y me jodió la foto. El principio del sendero era un bosque bastante despejado que se fue cerrando hasta convertirse en un bosque muy denso. La subida es de unos 7-8 km a través de un impresionante bosque muy húmedo, donde hay unos gigantescos helechos, y que a va siguiendo el cauce del río, mientras el valle se va cerrando hasta convertirse en 2 paredes verticales de donde cae agua por todos lados.
No es el típico sendero de domingueros y marujas, ya que los puentes son bastantes inestables, hay partes que hay que saltar por las piedras del río y el camino está muy embarrado.
El sendero termina en una enorme cascada, que provoca un enorme estruendo y que llena el ambiente de microgotas, y cuando te das cuenta estás empapado.
A la vuelta paramos a comer en un gran tronco que estaba volcado sobre el río y que unía las dos orillas. A la subida en ese mismo tronco pudimos contemplar el cortejo de una pareja del enorme Martín pescador (Megaceryle torquata).
Casi finalizando el sendero de bajada se nos cruzó en mitad del sendero una tarántula (Euathulus vulpinus) que hizo que el día fuese bastante completo.
Después decidimos cruzar el pueblo para ir a la playa, desde donde se puede contemplar Puerto Octay e intuir Frutillar y Puerto Varas al otro lado del lago.
Después nos fuimos andando por la carretera haciendo dedo, pero al final el único que paró a recogernos fue el autobús.
Sed buenos
No es el típico sendero de domingueros y marujas, ya que los puentes son bastantes inestables, hay partes que hay que saltar por las piedras del río y el camino está muy embarrado.
El sendero termina en una enorme cascada, que provoca un enorme estruendo y que llena el ambiente de microgotas, y cuando te das cuenta estás empapado.
A la vuelta paramos a comer en un gran tronco que estaba volcado sobre el río y que unía las dos orillas. A la subida en ese mismo tronco pudimos contemplar el cortejo de una pareja del enorme Martín pescador (Megaceryle torquata).
Casi finalizando el sendero de bajada se nos cruzó en mitad del sendero una tarántula (Euathulus vulpinus) que hizo que el día fuese bastante completo.
Después decidimos cruzar el pueblo para ir a la playa, desde donde se puede contemplar Puerto Octay e intuir Frutillar y Puerto Varas al otro lado del lago.
Después nos fuimos andando por la carretera haciendo dedo, pero al final el único que paró a recogernos fue el autobús.
Sed buenos