lunes, 20 de diciembre de 2010

Valparaiso

Después de llegar de Patagonia, sabía que la estancia en Osorno empezaba a acabarse, al igual que mi tiempo con mis compañeros de viaje, así que empezamos a plantearnos hacer un último viaje los 4 juntos (Lynn, Gabriel, David y yo). Lynn quería ir a la playa, además conocía una chica en Viña del Mar, Gabriel y David no tenían preferencias y yo necesitaba ir a donde fuese, para poder pensar un poco claridad, ya que empezaba a pensar darle un giro a mi planteamiento respecto al viaje y a mi futuro académico. Además también me apetecía ir a esa zona, aunque David y yo ya la conocíamos de nuestros primeros días aquí, ya que mi amigo Nico (el ruso) estaba en Santiago, también de beca iberoamericana, y me apetecía verlo.

Mapa de Valparaiso y Viña del Mar

Así que después de dudar sobre el día de partida nos fuimos dirección Viña del Mar la noche del miércoles 11 de noviembre, con una pequeña mochila cada uno y sin saber cuántos días iba a durar el viaje. Llegamos a Viña por la mañana y nos fuimos a dar una vuelta por la zona de la costa mientras hacíamos tiempo para que la amiga de Lynn, Heidi, terminara sus clases. Después de comer nos fuimos hacía Con Con, una ciudad al norte de Viña donde hay unas dunas de arena espectaculares, donde pasamos la tarde.

David y yo en las dunas de Con Con

Vista de Valparaiso y Viña desde las dunas

A final de la tarde regresamos a recoger nuestras mochilas, ya que Gabriel y yo teníamos que buscarnos un hostal para dormir, ya que habíamos intentado buscar couchsurfing pero sin suerte. Decidimos hacerlo en Valparaiso ya que es mucho más barato que Viña. Después de buscar por sus empinadas calles, encontramos uno que nos gustó. Por la noche Gabriel y yo nos fuimos a dar una vuelta y a cenar algo, con una sobremesa de lo más interesante. Después nos fuimos con Lynn y David a una fiesta a casa del novio de Heidi (un americano más seco que un poloflash de apio).

Por la mañana (viernes 12 de noviembre) los dos nos fuimos a recorrer el Cerro Bellavista, a visitar la casa de Pablo Neruda, el centro y la parte norte de la ciudad.

Mural de Valparaiso en el Cerro Bellavista

La Sebastiana, casa de Pablo Neruda

Por la tarde nos fuimos con David y Lynn a visitar la zona del puerto y a tomar algo mientras hacíamos tiempo para ir a casa de Sophie, una chica de couchsurfing, donde nos quedaríamos Gabriel y yo durante un par de día. La casa estaba en el Cerro Alegre, y era una casa muy hippie llena de instrumentos musicales y con unas vistas increíbles de la ciudad. Sophie era una chica alemana que estaba de beca en Chile, pero que hablaba perfectamente español (o sea que si me dice que es de Cuenca me lo creo), hippilonga y super simpática. Al rato de llegar y mientras preparábamos la cena llegó Olivier, un hippie francés que estaba de beca en Santiago y que se habían conocido en un taller de malabares unas semanas antes. Olivier casi merecería una entrada aparte porque es un personaje increíble, su forma de hablar es muy graciosa porque aprendió español cuando llegó a chile y habla español, con acento francés pero usando miles de modismos chilenos, además de ser súper expresivo. Después de cenar quedamos con David y Lynn y nos fuimos a una fiesta punk en una casa okupa, el sitio era bastante extraño, era una casa de 3 plantas a la que le faltaba el suelo del salón, entonces el sótano no tenía techo, y allí además del concierto había gente haciendo skate, perros, punkies que iban desde los 14 hasta los 40 años, también había unos punkies haciendo sopaipillas (comida típica chilena, una especie de pan frito) en una cocinilla portátil; un sitio de lo más variado, pero la verdad que lo pasamos genial.

Fiesta en la casa okupa

Cuando nos levantamos (sábado 13 de noviembre) preparamos un desayuno-almuerzo de lo más variado.
Sophie, Gabriel, Olivier y yo con nuestro desayuno-almuerzo

Olivier en estado puro

Por la tarde Gabriel, Olivier, Lynn, David y yo nos fuimos a pasear por la ciudad y al Cerro Artillería, donde vimos una obra de teatro de marionetas genial. Después nos fuimos al otro lado de la ciudad para ver una de las exposiciones del Forum de las Culturas, que este año se celebra en Valparaiso. Desde allí estuvimos viendo a los leones marinos prepararse para pasar la noche, las aves marinas haciendo sus últimas capturas del día y un precioso atardecer con la ciudad iluminada al fondo.

Trolebus por las calles de Valparaiso

Ascensores del Cerro Artillería

Teatro de marionetas

Después de cenar quedamos con Sophie para tomar algo, y nos fuimos a hacer botellón a un descampao que hay en alto en el centro de la ciudad. Allí estuvimos charlando y tomando unas cervecitas y unas copitas, mientras hacíamos el tonto con la cámara de fotos haciendo dibujos con la luz. Después pasó una de las anécdotas más curiosas del viaje, cuando a Olivier se le cayó una pelota de malabares por el precipicio y se tiró a buscarla como el que va a comprar pan. Tardó más de una hora en regresar, ya que era casi una pared vertical de casi 100m y con la vegetación muy alta, regresó hecho pedazos jajajja.

Botellón

El regreso de Olivier

Después de esto unos cuantos nos fuimos a dormir y otros se fueron otra ve a la casa okupa, pero volvieron pronto ya que el tema de la fiesta era de colgar a gente con cadenas de los piercing del cuerpo y al parecer era bastante desagradable.

Lynn me había comentado hace tiempo que le hacía ilusión ver un partido de futbol en directo, y nos habíamos enterado que el equipo de Valparaiso, Santiago Wanderers (que juega en primera), jugaba en casa contra Ñublense y las entradas eran muy baratas (desde 3€), así que después de comernos unas empanadas, Lynn, Gabriel y yo nos fuimos al partido (domingo 14 de noviembre). Compramos la entrada más barata y cuando entramos nos dimos cuenta que nos habíamos metido en la zona de los ultras (los Panzers), y os recuerdo que esto es Sudamérica, donde el futbol de vive a tope. El partido no fue gran cosa, empate a 2, poco futbol y muchas patadas, pero el ambiente fue increíble. Jamás en mi vida había visto tantos antidisturbios juntos, pero es que esta gente está loca. Las celebraciones de los goles consisten en tirarles botes de humo y todo lo que tengas a mano a los policías. La verdad que no paran de animar en todo el partido y viven el futbol de una manera muy efusiva y especial.

Entrada del estadio

Los Panzers

Celebrando los goles

Las fuerzas del "orden"

Después del partido fuimos a recoger nuestras mochilas y nos despedimos de Sophie (que fue una anfitriona increíble), ya que nos íbamos a Santiago.

Sed buenos

viernes, 10 de diciembre de 2010

El camino de regreso

Como dice el título de esta entrada y el título de una canción, ahora nos quedaba la última etapa de nuestro viaje, salir de Ushuaia y regresar a casa.

Por la mañana (viernes 22 de octubre) uno de los argentinos promotores del asado se ofreció a llevarnos hasta las afueras de la ciudad, así que después de despedirnos de Luca y Florent, partimos rumbo a casa.

La verdad que la mañana empezó bien, porque en poco tiempo nos recogió un simpático camionero , Mario, que iba a Río Grande. En Rio Grande fue un poco más complicado, y un chico que no vio nos dijo que nos llevaba hasta las afueras de la ciudad que sería más fácil. Desde allí pasaron 2 chicas de 17 y 18 años que nos llevaron como a 30 km de la ciudad, donde casi sin tiempo nos recogió un camionero, Ariel, un personaje que hace válido todos los estereotipos de los camioneros, iba todo el camino hablando de guarradas, tanto que consiguió sacarle los colores a Lynn, lo cual es muy complicado. A todo esto preparaba y tomaba mate mientras circulaba a 120-130km (tenía trucao el tacógrafo) por una carretera sin asfaltar, y con los grandes éxitos del reguetón a todo volumen.

Con Mario en su camión

En el camión de Ariel

Tomando mate

Cruzando el Estrecho de Magallanes al atardecer

Ariel nos llevó hasta el cruce de Punta Arenas (en total hicimos como 400km con él), donde casi sin bajarnos del camión nos recogió Carlos, un hombre con un camión medianito que aunque al principio resultaba bastante tímido y serio, fue soltándose durante los casi 200km del trayecto, hasta el punto de que nos comentó que su mujer y su hija estaban en Brasil, así que estaba sólo en casa y que podíamos quedarnos con él, por supuesto aceptamos. Por la mañana (sábado 23 de octubre) nos llevó hasta el terminal de buses para que pudiésemos tomar un autobús que nos llevará hasta Osorno. El camino duró 30 horas (2270km) y aunque no se hizo muy pesado, la selección de cine que hizo el acomodador era pa matarlo, pero bueno siguiendo la línea de los autobuses en Chile.

En casa de Carlos

Junto al bus que nos llevaría a casa

Bueno la aventura patagónica llega a su fin, y sólo puedo decir que es un viaje que no olvidaré en mi vida.

Sed buenos

jueves, 9 de diciembre de 2010

Ushuaia

La noche que llegamos (martes 19 de octubre) nos fuimos dar una vuelta por la ciudad y a cenar a un restaurante de pescado que nos habían recomendado y nos pegaron un clavazo de cuidao, luego nos fuimos a dormir que el día había sido largo.


Para mi llegar a Ushuaia suponía muchas cosas, era un sueño de niño, ya que recuerdo siendo pequeño ver junto a mi padre el programa de Álvaro Bultó Ushuaia: la última frontera y era un poco la meta final de este viaje, así que cuando llegué me desinflé un poco, había disfrutado tanto en el camino y había conseguido llegar a mi destino, que estar allí ya no tenía tanta gracia. Además seguía cabreao con los argentinos por sus políticas de diferencia de precios. Pero bueno, busqué un poco dentro de mí y, como diría una que yo me sé, positivicé.

Por la mañana (miércoles 20 de octubre) hablamos con los chavales del hostal para ir al Parque Nacional de Tierra del Fuego, y nos dijeron que la única manera era contratar un microbus que te llevaba y te recogía. El microbus pasó a buscarnos a los 4 (Lynn, Luca, Florent y yo) un rato después y allí nos fuimos. La verdad que a pesar del precio de la entrada (por supuesto 10 veces más caro para los extanjeros) y que la única información que nos diesen fuese un mapa de senderos fotocopiado, el sitio es increíble. Nos fuimos andando por todo el borde del Canal Beagle, con un día excepcional, con unas calas paradisiacas de aguas transparentes (aunque el agua estaba pa mirarla y no tocarla), en mitad de un bosque que llegaba hasta escasos metros del agua. El sendero de unos 15km concluye en la Bahía Lapataia, el lugar donde acaba la Ruta 3, junto a uno de los monolitos que hacen de frontera con Chile, y un lugar que tiene el simbólico honor de ser considerado “el fin del mundo”. Desde allí regresamos al hostal y nos fuimos a una “quedada” que Lynn había organizado con algunos de las personas que viajaron en el barco con nosotros.

Ushuaia

Preparándonos para iniciar el camino. Bahía Ensenada

Calita

Canal Beagle

Vista del Canal Beagle con una pareja de Cormoranes de cuello negro (Phalacrocorax magellanicus)

Otra vista del Canal Beagle

Sendero

Vista del canal desde el bosque

Mítico cartel de Bahía Lapataia

Bahía Lapataia

Al día siguiente (jueves 21 de octubre) decidimos hacer un poco el vago, y salimos a comprar algunas cosas para cocinar en el hostal. A la comida se unieron un chico francés (Antoine) y una chica belga de origen vietnamita (Kim), que habían llegado la noche anterior al hostal. Por la tarde salimos a recorrer un poco la ciudad y mirando los precios de las demás actividades que ofrecía la ciudad, pero todo era una locura. Por la noche habíamos quedado con unos tipos argentinos que estaban alojados en el hostal en hacer un asado, así que compramos todas las cositas, y nos pusimos manos a la obra. A la mesa había seis argentinos (entre ellos los 2 dueños del hostal), dos franceses, una belga, una estadounidense, un italiano, un colombiano y un españolito (el que escribe). La verdad que fue una experiencia muy divertida.

Puerto de Ushuaia

Vista de la ciudad desde las montañas

Asado internacional

Por la mañana había que comenzar el regreso, y pretendíamos hacerlo de la misma forma que habíamos llegado, haciendo dedo. Eso lo contaré otro día.

Sed buenos

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Ahora sí, Destino: Ushuaia

Después de un poco de retraso continúo contando la historia de mi viaje por la Patagonia, pero es que esto de viajar tanto hace que se me acumule el trabajo jajajaja. Ahora también tengo la excusa de que he estado liado con los exámenes.

Mapa de Tierra del Fuego

A pesar de que rondaban por nuestra cabeza lo difícil que iba a ser llegar a Ushuaia y que nos podíamos quedar tiraos a medio camino, teníamos muchas ganas de intentar llegar al destino final de nuestro viaje a dedo (martes 19 de octubre). Después nos enteramos lo que decía Google de nuestro viaje (pincha aquí).

Estuvimos como 20 minutos haciendo dedo, hasta que un hombre se acercó y nos dijo que en ese sitio era difícil que alguien nos recogiera, que si queríamos nos sacaba de la ciudad, y que allí sería más fácil. Nos llevó unos 20km a las afuera de Punta Arenas y se despidió de nosotros, no sin antes insistirnos en que iba a ser difícil llegar en un solo día, pienso que más bien quería decirnos que estábamos locos y que nos fuésemos en bus.

Un poco en mitad de la nada estábamos haciendo dedo y en 5 minutos nos recogió Ariel, un empleado de la empresa nacional de petróleo, que el cruce de Punta Delgada le pillaba de camino, así que decidió llevarnos, explicándonos que desde donde nos iba a dejar había 16km hasta el barco, y que desde allí algo más de 500km hasta nuestro destino. La verdad que fue muy amable, fue explicándonos la historia de todas las partes por las que íbamos pasando y se detenía para que hiciésemos fotos, sin que se lo pidiésemos.

Barco abandonado en el camino a Punta Delgada

Cuando llegamos al cruce, como a 160km de Punta Arenas, dijo que nos llevaba hasta el barco, que iba bien de tiempo y que sólo iban a ser 30km ida y vuelta. Nos dejó junto al barco, donde una larga cola de camiones y coches esperaban. Es un sitio muy curioso porque la carretera se mete en el mar. Cuando llegó el transbordador, el capitán nos miró con sorpresa de que fuésemos andando, y nos dijo que pasásemos (gratis).

Transbordador en el Estrecho de Magallanes

Montados en barco escuché como alguien desde tierra estaba gritando mi nombre, era Luca, que iba desde Río Gallegos a Ushuaia en bus, pero tendría que esperar al siguiente barco para cruzar, le dije el hostal al que íbamos a ir y quedamos en vernos allí (si es que éramos capaces de llegar). Ese día el Estrecho de Magallanes (algunos ya sabeis lo que supondrá cruzar el Estrecho de Magallanes) estaba bastante agitado y un fuerte viento hizo divertido el trayecto de 20 min.

Camiones entrando en el barco

Mi amigo Luca

En el barco con el continente al fondo

Estábamos en Tierra del Fuego, la isla más grande de Sudamérica, donde la escena era igual de graciosa, la carretera salía del mar. Ninguno de los 4 camiones que estaban en el transbordador nos quiso llevar, así que no sentamos a esperar que viniese otro barco con coches, para probar suerte.

En Tierra del Fuego

Esperando a que viniese un barco para que llegasen coches

En cuanto llegó el siguiente barco nos recogieron dos chicos en una pequeña furgoneta, que venían desde Punta Arenas y se dirigían a un pequeño pueblo llamado Onaisín (como a 150km desde donde estábamos), y que quedaba a 50km de la frontera de Argentina. El camino fue todo por carretera sin asfaltar, ya que la mitad de la isla es chilena y la otra mitad argentina, y en la mitad chilena no hay nada, así que pasan de asfaltarle la carretera para los argentinos. Ambos chicos, hermanos, trabajaban en las labores del campo, principalmente esquilando ovejas. Como a 6 km de su pueblo nos dejaron en un cruce, que se dirigía a la frontera, no os podeís imaginar el sitio, estábamos realmente en mitad de la más absoluta nada, un cruce de carriles en mitad del desierto, donde no había absolutamente nada, más que tierra, pequeños arbustos y un fuerte viento.

Un cruce en mitad de la nada

En menos de 5 minutos estábamos montados en un camión que nos dijo que nos podía acercar como 20km más a la frontera, y que nos dejó un poco más en mitad de la nada, donde sólo había la entrada de una estancia (como un rancho) y un guanaco que nos miraba como diciendo “y esos dos gilipollas que hacen aquí”. En menos de 5 minutos pasaron 2 chicos argentinos que trabajaban en una empresa petrolera y que nos llevaron en un Toyota Land Cruiser Full equipe y tope de gama, hasta Río Grande (como 200km) a una velocidad que acojonaba (una media de 170km/h) por carreteras sin asfaltar. Nos comentaron que buscáramos algo para dormir en esa ciudad, ya que se hacía tarde (eran como las 17.00h) y si salíamos no teníamos más que un pequeño pueblo, y si se hacía de noche nadie nos iba a recoger. Por supuesto no les hicimos caso, creíamos que aun nos daba tiempo.

Rio Grande. Lo que nos quedaba

Este fue el punto más crítico de la aventura, ya que estuvimos más de una hora y media, con un frío que te cagas y empezaba a llover, pero cuando ya pensábamos en ir a la estación de bus apareció un gracioso tipo de Buenos Aires que vivía en Tolhuin (un pequeño pueblo que construyeron hace uno 30 años para que hubiese algo entre Rio Grande y Ushuaia, y que está justo a 100km de ambas ciudades). Un simpático hombre nos contó sus aventuras de mochilero y la verdad que nos contó muchas curiosidades sobre la zona. Nos dejó en este pueblecito, avisándonos de que si se hacía de noche nos pillásemos un bus hasta Ushuaia o nos quedásemos a dormir allí.

Estuvimos haciendo autostop con un frío para morirse, empezaban a caer algunos copos de nieve, el viento era muy fuerte, el sol se había escondido y Lynn empezaba a tiritar y no podía controlar en castañeo de sus dientes. Cuando ya casi habíamos desistido, y pensabamos en concluir nuestro viaje en bus, nos recogío un simpático hombre, que nos llevó en un coche super pequeño en el que teníamos que llevar la cabeza torcida para no pegar con el techo y además con las mochilas en lo alto. Desde Tolhuin a Ushuaia hay una cordillera con un paso de montaña donde empezó a nevar, pero que no consiguió que este personaje redujese la velocidad. Nos llevó hasta el hostal, bien entrada la noche, donde se suponía habíamos quedado con nuestros amigos.

Objetivo conseguido

Lo habíamos conseguido, de Punta Arenas a Ushuaia sin gastar un céntimo y en un solo día (12 horas). Cuando llegamos al hostal, estaban Luca y Florent, que habían llegado 5 minutos antes que nosotros.

Nuestra estancia en Ushuaia merece una entrada aparte.

Sed buenos