Después de un poco de retraso continúo contando la historia de mi viaje por la Patagonia, pero es que esto de viajar tanto hace que se me acumule el trabajo jajajaja. Ahora también tengo la excusa de que he estado liado con los exámenes.
A pesar de que rondaban por nuestra cabeza lo difícil que iba a ser llegar a Ushuaia y que nos podíamos quedar tiraos a medio camino, teníamos muchas ganas de intentar llegar al destino final de nuestro viaje a dedo (martes 19 de octubre). Después nos enteramos lo que decía Google de nuestro viaje (pincha aquí).
Estuvimos como 20 minutos haciendo dedo, hasta que un hombre se acercó y nos dijo que en ese sitio era difícil que alguien nos recogiera, que si queríamos nos sacaba de la ciudad, y que allí sería más fácil. Nos llevó unos 20km a las afuera de Punta Arenas y se despidió de nosotros, no sin antes insistirnos en que iba a ser difícil llegar en un solo día, pienso que más bien quería decirnos que estábamos locos y que nos fuésemos en bus.
Un poco en mitad de la nada estábamos haciendo dedo y en 5 minutos nos recogió Ariel, un empleado de la empresa nacional de petróleo, que el cruce de Punta Delgada le pillaba de camino, así que decidió llevarnos, explicándonos que desde donde nos iba a dejar había 16km hasta el barco, y que desde allí algo más de 500km hasta nuestro destino. La verdad que fue muy amable, fue explicándonos la historia de todas las partes por las que íbamos pasando y se detenía para que hiciésemos fotos, sin que se lo pidiésemos.
Cuando llegamos al cruce, como a 160km de Punta Arenas, dijo que nos llevaba hasta el barco, que iba bien de tiempo y que sólo iban a ser 30km ida y vuelta. Nos dejó junto al barco, donde una larga cola de camiones y coches esperaban. Es un sitio muy curioso porque la carretera se mete en el mar. Cuando llegó el transbordador, el capitán nos miró con sorpresa de que fuésemos andando, y nos dijo que pasásemos (gratis).
Montados en barco escuché como alguien desde tierra estaba gritando mi nombre, era Luca, que iba desde Río Gallegos a Ushuaia en bus, pero tendría que esperar al siguiente barco para cruzar, le dije el hostal al que íbamos a ir y quedamos en vernos allí (si es que éramos capaces de llegar). Ese día el Estrecho de Magallanes (algunos ya sabeis lo que supondrá cruzar el Estrecho de Magallanes) estaba bastante agitado y un fuerte viento hizo divertido el trayecto de 20 min.
Estábamos en Tierra del Fuego, la isla más grande de Sudamérica, donde la escena era igual de graciosa, la carretera salía del mar. Ninguno de los 4 camiones que estaban en el transbordador nos quiso llevar, así que no sentamos a esperar que viniese otro barco con coches, para probar suerte.
En cuanto llegó el siguiente barco nos recogieron dos chicos en una pequeña furgoneta, que venían desde Punta Arenas y se dirigían a un pequeño pueblo llamado Onaisín (como a 150km desde donde estábamos), y que quedaba a 50km de la frontera de Argentina. El camino fue todo por carretera sin asfaltar, ya que la mitad de la isla es chilena y la otra mitad argentina, y en la mitad chilena no hay nada, así que pasan de asfaltarle la carretera para los argentinos. Ambos chicos, hermanos, trabajaban en las labores del campo, principalmente esquilando ovejas. Como a 6 km de su pueblo nos dejaron en un cruce, que se dirigía a la frontera, no os podeís imaginar el sitio, estábamos realmente en mitad de la más absoluta nada, un cruce de carriles en mitad del desierto, donde no había absolutamente nada, más que tierra, pequeños arbustos y un fuerte viento.
En menos de 5 minutos estábamos montados en un camión que nos dijo que nos podía acercar como 20km más a la frontera, y que nos dejó un poco más en mitad de la nada, donde sólo había la entrada de una estancia (como un rancho) y un guanaco que nos miraba como diciendo “y esos dos gilipollas que hacen aquí”. En menos de 5 minutos pasaron 2 chicos argentinos que trabajaban en una empresa petrolera y que nos llevaron en un Toyota Land Cruiser Full equipe y tope de gama, hasta Río Grande (como 200km) a una velocidad que acojonaba (una media de 170km/h) por carreteras sin asfaltar. Nos comentaron que buscáramos algo para dormir en esa ciudad, ya que se hacía tarde (eran como las 17.00h) y si salíamos no teníamos más que un pequeño pueblo, y si se hacía de noche nadie nos iba a recoger. Por supuesto no les hicimos caso, creíamos que aun nos daba tiempo.
Este fue el punto más crítico de la aventura, ya que estuvimos más de una hora y media, con un frío que te cagas y empezaba a llover, pero cuando ya pensábamos en ir a la estación de bus apareció un gracioso tipo de Buenos Aires que vivía en Tolhuin (un pequeño pueblo que construyeron hace uno 30 años para que hubiese algo entre Rio Grande y Ushuaia, y que está justo a 100km de ambas ciudades). Un simpático hombre nos contó sus aventuras de mochilero y la verdad que nos contó muchas curiosidades sobre la zona. Nos dejó en este pueblecito, avisándonos de que si se hacía de noche nos pillásemos un bus hasta Ushuaia o nos quedásemos a dormir allí.
Estuvimos haciendo autostop con un frío para morirse, empezaban a caer algunos copos de nieve, el viento era muy fuerte, el sol se había escondido y Lynn empezaba a tiritar y no podía controlar en castañeo de sus dientes. Cuando ya casi habíamos desistido, y pensabamos en concluir nuestro viaje en bus, nos recogío un simpático hombre, que nos llevó en un coche super pequeño en el que teníamos que llevar la cabeza torcida para no pegar con el techo y además con las mochilas en lo alto. Desde Tolhuin a Ushuaia hay una cordillera con un paso de montaña donde empezó a nevar, pero que no consiguió que este personaje redujese la velocidad. Nos llevó hasta el hostal, bien entrada la noche, donde se suponía habíamos quedado con nuestros amigos.
Lo habíamos conseguido, de Punta Arenas a Ushuaia sin gastar un céntimo y en un solo día (12 horas). Cuando llegamos al hostal, estaban Luca y Florent, que habían llegado 5 minutos antes que nosotros.
Nuestra estancia en Ushuaia merece una entrada aparte.
Sed buenos
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